Los Jocs Florals de 1881 fueron presididos por mosén Verdaguer, quien en 1883 publicó su “Oda a Barcelona”, de la que el Ayuntamiento hizo una tirada de 100.000 ejemplares para las escuelas. Hacia 1885 estaba acabando el gran poema épico “Canigó”, que aparecería en 1886. En 1884, se desveló como novelista Narcís Oller con “L’escanyapobres”; y en 1885 surgió otro gran poeta, el mallorquín Miquel Costa i Llobera, que entonces estaba haciendo sus estudios sacerdotales en Roma, con “El pi de Formentor”. La generación de la Renaixença dominaba plenamente el panorama cultural y, así, en 1884 se inauguró en el Parque de la Ciudadela el monumento a Aribau, su fundador. Se puso en la terraza creada años atrás por Gaudí para los conciertos al aire libre, que pasó a denominarse “glorieta de Aribau”. Mientras tanto, un grupo de jóvenes, casi adolescentes, hijos de la alta burguesía barcelonesa, bien estante y culta, fundó, en 1881, la revista “L’Avens”. Entre ellos se contaban el futuro poeta Joan Maragall y los futuros pintores Santiago Rusiñol y Ramon Casas. En esta revista, en 1884, se utilizó por primera vez el adjetivo “Modernista”, para definir la voluntad de influencias culturales cosmopolitas, opuestas al romanticismo y a la cultura tradicional expresada en las páginas de “La Renaixensa”. Proponían, y llevarían a cabo con los años, un cambio sustancial de orientación de la vida cultural catalana: sustituir Madrid por París como foco y el regionalismo español por el europeísmo. La primera luz que llegó del Norte fue Wagner. En 1882 se representó en Barcelona Lohengrin. La “nueva forma de hacer música” de Centroeuropa fue un gran éxito y enseguida se fundó la Asociación Wagneriana y se tradujeron los libretos al catalán. El wagnerianismo se convertiría en un rasgo de identidad de la afición musical barcelonesa y del Modernismo catalán.