Hay que contemplar la fachada de la casa Calvet cuando le da el sol, cuando la luz pone más de manifiesto sus atractivos. Su estilo barroco es el más adecuado a la visión plástica de Gaudí. Es de piedra arenisca de Monjuïc. Los sillares están tallados siguiendo el modelo de los monumentos romanos antiguos, que Gaudí conocía de su infancia en el Camp de Tarragona: lisos por el contorno y desbastados en el resto del bloque. Las cinco puertas están flanqueadas por columnas que recuerdan las bobinas utilizadas en las fábricas textiles. La disposición de los huecos de la fachada es muy regular: cinco por planta, siendo sustituido el central de la planta principal por una tribuna profusamente decorada. En cada planta, se alternan tres balcones y dos balconeras, con barandillas de hierro forjado retorcido helicoidalmente. Los dinteles de las aberturas dibujan un arco rebajado en cuyo centro aparece un botón en forma de flor. Entre la última planta y el hastial del remate, hay cuatro orificios redondos. Son para ventilar la cámara de aire que hay debajo de la azotea.