En 1902, Gaudí visitó las obras del Xalet del Catllaràs, que construía para los técnicos de las minas de carbón que servían a la fábrica Asland del Clot del Moro, junto a la Pobla de Lillet. Estando en el chalet del Clot del Moro, se presentó un trabajador de la fábrica textil de la Pobla de Lillet, la primera del curso del río Llobregat, solicitando si podía recibir a su propietario, Joan Artigas i Alart. Joan Artigas tenía muy buena relación con Eusebi Güell y admiraba lo que Gaudí estaba haciendo en el Park Güell. Por esto le pidió ideas para el ajardinamiento del terreno de detrás de la fábrica, a lado y lado del río Llobregat. Y el arquitecto se lo prometió. En la primavera del año siguiente, 1903, Gaudí viajó de nuevo a la Pobla de Lillet, para reemprender las obras del Xalet del Catllaràs, interrumpidas durante el invierno por el clima, y para cumplir la promesa hecha a Joan Artigas. Éste envió la tartana de la fábrica a recogerle a la estación ferroviaria de Ripoll y lo alojó en su casa, durante el par de días que estuvo en aquella población pirenaica. Gaudí, el arquitecto de la Naturaleza, que utilizaba sus formas con humildad franciscana, que no pretendía ser un creador, sino un sencillo interprete de la Creación, un modesto continuador con sus mismas leyes, se encontraba ante un paisaje de alta montaña salvaje y bello, donde el agua del naciente Llobregat salta ruidosamente entre rocas y árboles. Él, que desde muy pequeño había aprendido a contemplar la Naturaleza sin prejuicios ni estudios previos, sus formas y colores, sabía que la Naturaleza es funcional y que, buscando como ella la funcionalidad llegaría a la belleza, mientras que buscando sólo la belleza podía caer en el esteticismo. Sus jardines, el más grande de los cuales era el Park Güell, entonces en construcción, no eran renacentistas, barrocos, ingleses o de cualquier otro estilo histórico, sino naturales. Y si el Park Güell era un jardín seco, el de la Font de la Magnèsia sería un jardín húmedo, marcado por el Llobregat que torrencialmente lo cruza. Clarividente e ingenuo, dibujo los croquis de una gruta y dos puentes rústicos que vadean el río y ensalzan y completan la composición arquitectónica que ya había hecho el “Gran Arquitecto”, la poesía, casi la musicalidad, de un lugar tan encantador. Estos croquis fueron destruidos, con gran parte de la fábrica Artigas, por el Ejército Republicano durante su retirada en la Guerra Civil Española (1936-1939). Para poner por obra las ideas expresadas en sus dibujos, Gaudí, al regresar a Barcelona, mandó subir a unos albañiles experimentados del Park Güell, que iniciaron los trabajos y adiestraron a los albañiles de la fábrica Artigas en sus métodos constructivos. Estuvieron un par de meses y, al cabo de unos seis meses, quedó terminada, con piedras del lugar sin desbastar, una cueva artificial como las del Park Güell para resguardar la Font de la Magnèsia, el manantial de agua medicinal que da nombre al jardín. La gruta mide 6 x 2 m. y tiene bancos para sentarse y dos ventanas para contemplar el Llobregat. Gaudí también envió plantas del Park Güell para que las aclimataran a la alta montaña: una palmera, glicinas, yucas, etc. Es la única parte de los jardines que vio su propietario, Joan Artigas i Alart, que falleció en diciembre de 1903. Su heredero, Joan Artigas i Casas, continuó la construcción del jardín, que quedó bastante terminado en el otoño de 1906. Siguiendo los bocetos de Gaudí, al salir de la cueva de la Font de la Magnèsia se hizo una pérgola rústica, en el fondo de la cual está la fuente del Lleó. El camino continúa por una zona de césped que llega a una balaustrada sobre el río. En el otro lado, un bosquecillo de pinos alberga la fuente del Bou. Más allá, el puente de la Magnèsia cruza el río y permite llegar por una escalera a la escultura del Águila. Una nueva escalera accede a un pabellón de planta circular y cubierta cónica, la Glorieta, desde donde hay una excelente vista del río, del jardín y de todo el paisaje. El itinerario sigue hasta cruzar de nuevo el río por el puente de los Arcs, en cuya entrada se alzan dos jardineras, una en forma de hombre y otra en forma de mujer, por el que se regresa a la puerta trasera de la fábrica. Todas las barandillas, muretes, arcos, columnas, etc., están hechos de piedra rústica del lugar sostenida sobre portland armado con hierro. También están hechas con piedrecitas rústicas las tres esculturas: el Buey, el León y el Águila con las alas desplegadas. Nunca se llegó a poner la cuarta, el Ángel, que en el boceto de Gaudí se situaba en el centro de la cascada y completaba la simbología de aquel jardín de alta montaña donde la naturaleza muestra todo su vigor: los cuatro evangelios cristianos. Pasados los años, Gaudí comentaría a sus discípulos, para justificar la estructura del templo de la Sagrada Família, diferente de las registradas en los libros de Arquitectura y de Historia del Arte, que “El gran libro abierto que conviene esforzarse en leer es de la Naturaleza. Los otros libros proceden de éste y contienen además las equivocaciones e interpretaciones humanas.” Y añadía: “Hay dos revelaciones: Una doctrinaria de la moral y de la religión, y la otra que guía con los hechos, que es el gran libro de la Naturaleza”. Parece ser que las obras se alargaron hasta 1910 y que el arquitecto las visitó alguna otra vez que subió a la Pobla de Lillet. Actualmente, el jardín de la Font de la Magnèsia está abierto al público.