Ya mayor, Anton Gaudí rememoraba su paso por la Escuela de Arquitectura de Barcelona, donde su inicial inconformismo le llevó a ser un mal alumno: “Mientras el catedrático recitaba las lecciones, en inicial inconformismo me planteaba los problemas de plástica y de estática que años después resolvería; esto me hacía ser un mal alumno, porque estas cavilaciones me privaban de seguir los discursos de los catedráticos, y los suspensos eran abundantes. Devoraba, en cambio, la Biblioteca de la Escuela.”