La Setmana Tràgica fue para los católicos catalanes y españoles más clarividentes –entre ellos Gaudí- una constatación de la realidad de que la Iglesia había perdido el protagonismo social de los siglos anteriores; es más, en la sociedad de masas urbanas fruto de la industrialización era percibida como enemiga o como indiferente por amplias capas de la población, que atribuían al clero, junto a los militares, la causa de todos los males de la época. Poco después, cambió el gobierno. El liberal José Canalejas llegó al poder (1910-1912) con fuertes promesas anticlericales. Solicitó al Vaticano una reducción de las órdenes religiosas, argumentando que el papa Pío X había expresado su disconformidad con la proliferación abusiva de las mismas. Ante la negativa del Vaticano, dictó una serie de decretos restrictivos y promovió la famosa “Ley del Candado”, que bloquearía legalmente la implantación de nuevas comunidades religiosas. En Euskadi, los católicos se prepararon para una nueva guerra civil; en Catalunya, se hicieron ciento sesenta mítines, con asistencia conjunta superior a los trescientos mil participantes. Dos voces se levantaron contra el proyecto de Canalejas en el entorno inmediato de Gaudí. En primer lugar, “El Propagador de la devoción a san José”, la revista del Templo Expiatorio de la Sagrada Família, permanentemente combativa contra la Masonería y sus planes de implantar un estado laico. En segundo lugar, el Dr. Torras i Bages, el obispo de más calado intelectual del episcopado del estado español. A instancias del nuncio y de otros obispos, elevó la “Exposición sobre el Proyecto de Ley de Asociaciones”. Y el día de san José de 1911 firmó la carta pastoral “Dios y el César” que apoyaba a la Santa Sede en sus negociaciones con el gobierno español y mereció la felicitación de san Pío X. En su carta, el Papa resumía con satisfacción las ideas de Torras i Bages: La autoridad del Estado tiene sus límites en el derecho natural y el derecho divino. Y pedía que se divulgara entre los católicos españoles. Torras i Bages era el consiliario del Cercle artístic de Sant Lluc, la entidad que agrupaba a los artistas catalanes católicos, entre ellos Antoni Gaudí. El obispo dijo en el Cercle que aquella pastoral era “un grito de libertad, de la libertad que la Iglesia ha de tener en el mundo”. Y los artistas del Cercle ilustraron una edición monumental, de un ejemplar único, que fue regalado a su autor el día de su santo de 1912. Canalejas, sensible al peligro de una guerra civil, cambió de actitud política, aunque no de mentalidad, y al cabo de poco se llegó a una solución pactada con el Vaticano, gracias en gran parte a las gestiones del político Francesc Cambó. Durante este período, los obispos impulsaron el sindicalismo católico, sin excesivo éxito frente a la competencia anarquista o socialista. Y mientras la Iglesia demostraba su impotencia para liderar proyectos sindicales específicamente obreros, la sociedad urbana evolucionaba hacia un relajamiento de la práctica religiosa: asistencia dominical, comunión pascual, ayuno y abstinencias cuaresmales…