Al comenzar la década de 1880, Anton Gaudí tenía 27 años y el título académico. Puso mucho esfuerzo en emprender y consolidar su carrera profesional, presentándose a concursos, realizando los pequeños proyectos que le salían al paso y trabajando duro como ayudante de Joan Martorell y como arquitecto de la Cooperativa Mataronense. Además, participaba activamente en la vida ciudadana, a través de la peña de “La Renaixença” del café Pelayo, del Ateneu y de la Associació Catalanista d’Excursions Científicas. Anton Gaudí se trataba en aquella época con los grandes intelectuales del país: mosén Jacint Verdaguer, Àngel Guimérà, Narcís Oller, etc. Con Joan Martorell, intervino en la iglesia de las Salesas y en la de los Jesuitas. Pero, sobre todo, pudo acceder a ser nombrado arquitecto del Templo de la Sagrada Família, comenzado un año antes por Francisco de Paula del Villar para la Asociación de Devotos de San José, liderada por Josep Maria Bocabella. Anton Gaudí estaba muy ilusionado con construir una gran iglesia y puso todo su ardor juvenil en ir acabando la Cripta neogótica, comenzada por Del Villar, para después construir encima su propio proyecto. Por otra parte, conocía ya los fundamentos técnicos de su revolución arquitectónica: el arco parabólico, que experimentó por primera vez en la sala de blanqueo de la Cooperativa Mataronense. Más adelante, en los pabellones de la puerta de la finca Güell, hizo su primera bóveda catenaria, su primera cúpula hiperboloidal y el primer revestimiento de “trencadís”. Esta obra, El Capricho de Comillas y la casa Vicens eran ya de estilo “Modernista”, como la iglesia de las Salesas, siguiendo los postulados de Domènech i Montaner. Anton Gaudí vestía entonces como un dandy, gustaba de los mejores restaurantes y puros habanos y conoció el amor. Se enamoró de Pepeta Moreu, una de las maestras de la escuela de la Cooperativa Mataronense.