El otoño de 1868 -el de la Revolución Gloriosa- fue crucial para la emigración de la familia Gaudí i Cornet a Barcelona. Emigraron como lo hacen los latinos: unidos en grupo, sacrificándose los mayores por el futuro de los hijos, y apoyándose en los parientes y conocidos de Reus y Riudoms que les habían precedido. La primera en instalarse en Barcelona fue la hija mayor, Rosa, en unas fechas y circunstancias que nos son desconocidas. En septiembre de 1868, llegaron los hijos varones, Francesc y Anton, para poner en práctica el deseo de sus padres de dotarlos de estudios universitarios. Francesc se matriculó en primer curso de Medicina. Y Anton, en sexto y último curso de Bachillerato, como alumno libre en el Instituto de Enseñanza Media. El Instituto radicaba en el edificio amortizado del antiguo convento del Carme, que albergaba también la Facultad de Ciencias. Los dos hermanos residían en una habitación realquilada en una trastienda de la plaza de Montcada, 12. Vivían pues, en uno de los entornos arquitectónicos góticos más extraordinarios del mundo: las casas comunes de las callejas del barrio de la Ribera, que todavía conservaban los nombres de los gremios medievales; los palacios de la gran burguesía mercantil del siglo XIV de la calle de Montcada; y el elegantísimo templo de Santa Maria del Mar, paradigma del gótico propio de Catalunya y de la Corona de Aragón. Una lección de mecánica, de técnicas constructivas y de arte góticos que necesariamente había de turbar el alma sensible del artista adolescente. Rosa se casó el 18 de marzo de 1869, en la parroquia de Santa Madrona, de Barcelona, con el músico natural de Lleida Josep Egea i Ferrer, de 24 años, que vivía en la calle Picalqués, n. 7, 4.º. Llegado junio de 1869, Francesc superó brillantemente primero de Medicina y Anton casi acabó el Bachillerato. Aprobó “Historia Natural” y “Física y Química” y le quedó pendiente el “Francés”.