El Santo Padre Benedicto XVI visitó Catalunya el 7 de noviembre de 2010. El acto central de su viaje pastoral era la dedicación al culto de la nave de la Sagrada Família y del altar. Fue un día muy feliz para Benedicto XVI, atacado cruel y persistentemente por innumerables enemigos de dentro y de fuera de la Iglesia. Ese domingo, fue acogido filial y festivamente por la Iglesia catalana, con sus mejores joyas litúrgicas: la escolanía de Montserrat; el mariano Virolai; el credo en lengua catalana que, a diferencia del español o el latín, afirma la fe en la Iglesia católica, apostólica y “romana”, etc. Fue un día de vacaciones de las cosas feas de los curas y del relativismo, para disfrutar con Gaudí –que causó un gran enojo al joven y libertino Picasso cuando rompió una portada de revista dibujada por Toulouse Lautrec que había sido hallada a uno de sus ayudantes- y deslumbrarse con “el resplandor de la Verdad” –definición platónica de la Belleza, que el arquitecto repetía- , transcendente, absoluta e independiente de los que la buscan, que luce en sus obras. En la Sagrada Família, en las calles de los alrededores y a través de la televisión, la radio e internet, la Iglesia catalana participó masivamente con gran alegría y sentido litúrgico en la celebración que presidía de dedicación al culto del templo de Gaudí y su elevación al rango de basílica. Benedicto XVI habló repetidamente de Antoni Gaudí. No fue la beatificación oficial de Antoni Gaudí. Fueron tan sólo las palabras del Sumo Pontífice, dichas dentro de una celebración litúrgica solemnísima, sobre la tumba de Gaudí, proclamando con la máxima audiencia mediática a todo el orbe el heroísmo cristiano de la vida de Gaudí, ensalzándolo como ejemplo a imitar por los cristianos y los hombres de buena voluntad, y constatando que es una de los guías más certeros, una de las luces más potentes del cristianismo actual y futuro. El sábado 6 de noviembre de 2010, en el avión que le conducía de Roma, respondió a las preguntas de los periodistas que le acompañaban: “En LA VISIÓN DE GAUDÍ, percibo sobre todo tres elementos. El primero es la síntesis entre continuidad y novedad, tradición y creatividad. Gaudí tuvo la valentía de insertarse en la gran tradición de las catedrales, de atreverse en su siglo, con una visión totalmente nueva. Presenta esta catedral como lugar del encuentro entre Dios y el hombre en una gran solemnidad. Tiene la valentía de estar en la tradición pero con una creatividad nueva, que renueva la tradición, y demuestra así la unidad y el progreso de la historia. Es algo hermoso. En segundo lugar, Gaudí buscaba este trinomio: libro de la naturaleza, libro de la Escritura, libro de la liturgia. Y esta síntesis es precisamente hoy de gran importancia. En la liturgia, la Escritura se hace presente, se convierte en realidad hoy, no es una Escritura de hace dos mil años sino que es celebrada, realizada. En la celebración de la Escritura habla la creación, encuentra lo creado, y encuentra su verdadera respuesta, porque --como nos dice san Pablo-- la criatura sufre, y en lugar de ser destruida, despreciada, aguarda a los hijos de Dios, es decir, quienes la ven en la luz de Dios. Esta síntesis entre el sentido de la creación, la Escritura y la adoración ES PRECISAMENTE UN MENSAJE MUY IMPORTANTE PARA LA ACTUALIDAD.” (…) “Yo insisto mucho en la relación entre fe y razón, en que la fe, y la fe cristiana, sólo encuentra su identidad en la apertura a la razón, y que la razón se realiza si trasciende hacia la fe. Pero del mismo modo es importante la relación entre fe y arte, porque la verdad, fin y vida de la razón, se expresa en la belleza y se autorrealiza en la belleza, se encuentra como verdad. Y donde está la verdad debe nacer la belleza. Donde el ser humano se realiza de modo correcto se expresa en la belleza. La relación entre verdad y belleza es inseparable y por eso tenemos necesidad de la belleza. En la Iglesia, desde el comienzo, incluso en la gran modestia y pobreza del tiempo de las persecuciones, la expresión de la salvación de Dios ha tenido lugar en las imágenes del mundo, en el arte, la pintura, en el canto, y luego también en la arquitectura. Todo esto es constitutivo para la Iglesia y sigue siendo constitutivo para siempre. De este modo, la Iglesia era madre de las artes por siglos y siglos. El gran tesoro del arte, música, arquitectura, pintura, ha nacido de la fe en la Iglesia. Actualmente hay un cierto disenso, pero esto daña tanto al arte como a la fe: el arte que perdiera la raíz de la trascendencia ya no se dirigiría hacia Dios, sería un arte escindido, perdería su raíz viva; y una fe que dejara el arte en el pasado, ya no sería fe en el presente. Hoy se debe expresar de nuevo como verdad, que está siempre presente. Por eso, el diálogo o el encuentro entre arte y fe está inscrito en la más profunda esencia de la fe. DEBEMOS HACER TODO LO POSIBLE PARA QUE TAMBIÉN HOY LA FE SE EXPRESE EN ARTE AUTÉNTICO, COMO GAUDÍ, en la continuidad y en la novedad, y para que el arte no pierda el contacto con la fe.” (…) “Yo diría que este viaje tiene el tema de la belleza, la expresión de la verdad en la belleza, la continuidad entre tradición y renovación. Yo pienso que este tema del viaje es también un mensaje: buscar la belleza de la fe, la novedad y la tradición de la fe que sabe expresarse y sabe encontrarse con la belleza moderna, con el mundo de hoy.” El mismo sábado 6 de noviembre de 2010, declaró: “Como mensajero y testigo del Evangelio, voy a Barcelona, para alentar la fe de sus gentes acogedoras y dinámicas. Una fe sembrada ya en los albores del cristianismo, y que fue germinando y creciendo al calor de innumerables ejemplos de santidad, dando origen a tantas instituciones de beneficencia, cultura y educación. FE QUE INSPIRÓ AL GENIAL ARQUITECTO ANTONI GAUDÍ a emprender en esa ciudad, con el fervor y la colaboración de muchos, esa maravilla que es el templo de la Sagrada Familia. Tendré la dicha de dedicar ese templo, EN EL QUE SE REFLEJA TODA LA GRANDEZA DEL ESPÍRITU HUMANO QUE SE ABRE A DIOS.” Y Benedicto XVI abrió las puertas del templo de la Sagrada Família, que consagró y elevó al rango de basílica. Dijo en su homilía: “Vaya mi saludo agradecido al Señor Cardenal Lluís Martínez Sistach, Arzobispo de Barcelona, por su invitación para la dedicación de esta Iglesia de LA SAGRADA FAMÍLIA, ADMIRABLE SUMA DE TÉCNICA, DE ARTE Y DE FE. En estos momentos, quisiera recordar a todos y a cada uno de los que han hecho posible el gozo que a todos nos embarga hoy. (…) Y recordamos, sobre todo, al que fue alma y artífice de este proyecto: a ANTONI GAUDÍ, ARQUITECTO GENIAL Y CRISTIANO CONSECUENTE, CON LA ANTORCHA DE SU FE ARDIENDO HASTA EL TÉRMINO DE SU VIDA, VIVIDA EN DIGNIDAD Y AUSTERIDAD ABSOLUTA. Este acto es también, de algún modo, el punto cumbre y la desembocadura de una historia de esta tierra catalana que, sobre todo desde finales del siglo XIX, dio una pléyade de santos y de fundadores, de mártires y de poetas cristianos. Historia de santidad, de creación artística y poética, nacidas de la fe, que hoy recogemos y presentamos como ofrenda a Dios en esta Eucaristía. La alegría que siento de poder presidir esta ceremonia se ha visto incrementada cuando he sabido que este templo, desde sus orígenes, ha estado muy vinculado a la figura de san José. Me ha conmovido especialmente LA SEGURIDAD CON LA QUE GAUDÍ, ANTE LAS INNUMERABLES DIFICULTADES QUE TUVO QUE AFRONTAR, EXCLAMABA LLENO DE CONFIANZA EN LA DIVINA PROVIDENCIA: «SAN JOSÉ ACABARÁ EL TEMPLO». Por eso ahora, no deja de ser significativo que sea dedicado por un Papa cuyo nombre de pila es José. ¿Qué hacemos al dedicar este templo? En el corazón del mundo, ante la mirada de Dios y de los hombres, en un humilde y gozoso acto de fe, levantamos una inmensa mole de materia, fruto de la naturaleza y de un inconmensurable esfuerzo de la inteligencia humana, constructora de esta obra de arte. Ella es un signo visible del Dios invisible, a cuya gloria se alzan estas torres, saetas que apuntan al absoluto de la luz y de Aquel que es la Luz, la Altura y la Belleza misma. En este recinto, GAUDÍ QUISO UNIR LA INSPIRACIÓN QUE LE LLEGABA DE LOS TRES GRANDES LIBROS EN LOS QUE SE ALIMENTABA COMO HOMBRE, COMO CREYENTE Y COMO ARQUITECTO: EL LIBRO DE LA NATURALEZA, EL LIBRO DE LA SAGRADA ESCRITURA Y EL LIBRO DE LA LITURGIA. Así unió la realidad del mundo y la historia de la salvación, tal como nos es narrada en la Biblia y actualizada en la Liturgia. Introdujo piedras, árboles y vida humana dentro del templo, para que toda la creación convergiera en la alabanza divina, pero al mismo tiempo sacó los retablos afuera, para poner ante los hombres el misterio de Dios revelado en el nacimiento, pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. De este modo, COLABORÓ GENIALMENTE A LA EDIFICACIÓN DE LA CONCIENCIA HUMANA ANCLADA EN EL MUNDO, ABIERTA A DIOS, ILUMINADA Y SANTIFICADA POR CRISTO. E HIZO UNA DE LAS TAREAS MÁS IMPORTANTES HOY: SUPERAR LA ESCISIÓN ENTRE CONCIENCIA HUMANA Y CONCIENCIA CRISTIANA, ENTRE EXISTENCIA EN ESTE MUNDO TEMPORAL Y APERTURA A UNA VIDA ETERNA, ENTRE BELLEZA DE LAS COSAS Y DIOS COMO BELLEZA. ESTO LO REALIZÓ ANTONI GAUDÍ NO CON PALABRAS SINO CON PIEDRAS, LÍNEAS, PLANOS Y PUNTOS. Y es que la belleza es la gran necesidad del hombre; es la raíz de la que brota el tronco de nuestra paz y los frutos de nuestra esperanza. La belleza es también reveladora de Dios porque, como Él, la obra bella es pura gratuidad, invita a la libertad y arranca el egoísmo. Hemos dedicado este espacio sagrado a Dios, que se nos ha revelado y entregado en Cristo para ser definitivamente Dios con los hombres. La Palabra revelada, la humanidad de Cristo y su Iglesia son las tres expresiones máximas de su manifestación y entrega a los hombres. «Mire cada cual cómo construye. Pues nadie puede poner otro cimiento que el ya puesto, que es Jesucristo» (1 Co 3,10-11), dice San Pablo en la segunda lectura. El Señor Jesús es la piedra que soporta el peso del mundo, que mantiene la cohesión de la Iglesia y que recoge en unidad final todas las conquistas de la humanidad. En Él tenemos la Palabra y la presencia de Dios, y de Él recibe la Iglesia su vida, su doctrina y su misión. La Iglesia no tiene consistencia por sí misma; está llamada a ser signo e instrumento de Cristo, en pura docilidad a su autoridad y en total servicio a su mandato. El único Cristo funda la única Iglesia; Él es la roca sobre la que se cimienta nuestra fe. Apoyados en esa fe, busquemos juntos mostrar al mundo el rostro de Dios, que es amor y el único que puede responder al anhelo de plenitud del hombre. Ésa es la gran tarea, mostrar a todos que Dios es Dios de paz y no de violencia, de libertad y no de coacción, de concordia y no de discordia. En este sentido, pienso que la dedicación de este templo de la Sagrada Familia, en una época en la que el hombre pretende edificar su vida de espaldas a Dios, como si ya no tuviera nada que decirle, resulta un hecho de gran significado. GAUDÍ, CON SU OBRA, NOS MUESTRA QUE DIOS ES LA VERDADERA MEDIDA DEL HOMBRE. QUE EL SECRETO DE LA AUTÉNTICA ORIGINALIDAD ESTÁ, COMO DECÍA ÉL, EN VOLVER AL ORIGEN QUE ES DIOS. ÉL MISMO, ABRIENDO ASÍ SU ESPÍRITU A DIOS, HA SIDO CAPAZ DE CREAR EN ESTA CIUDAD UN ESPACIO DE BELLEZA, DE FE Y DE ESPERANZA, QUE LLEVA AL HOMBRE AL ENCUENTRO CON QUIEN ES LA VERDAD Y LA BELLEZA MISMA. ASÍ EXPRESABA EL ARQUITECTO SUS SENTIMIENTOS: «UN TEMPLO ES LA ÚNICA COSA DIGNA DE REPRESENTAR EL SENTIR DE UN PUEBLO, YA QUE LA RELIGIÓN ES LA COSA MÁS ELEVADA DEL HOMBRE». Esa afirmación de Dios lleva consigo la suprema afirmación y tutela de la dignidad de cada hombre y de todos los hombres: «¿No sabéis que sois templo de Dios?... El templo de Dios es santo: ese templo sois vosotros» (1 Co 3,16-17). He aquí unidas la verdad y dignidad de Dios con la verdad y la dignidad del hombre. Al consagrar el altar de este templo, considerando a Cristo como su fundamento, estamos presentando ante el mundo a Dios que es amigo de los hombres e invitando a los hombres a ser amigos de Dios. Como enseña el caso de Zaqueo, del que se habla en el Evangelio de hoy (cf. Lc 19,1-10), si el hombre deja entrar a Dios en su vida y en su mundo, si deja que Cristo viva en su corazón, no se arrepentirá, sino que experimentará la alegría de compartir su misma vida siendo objeto de su amor infinito. La iniciativa de este templo se debe a la Asociación de amigos de San José, quienes quisieron dedicarlo a la Sagrada Familia de Nazaret. Desde siempre, el hogar formado por Jesús, María y José ha sido considerado como escuela de amor, oración y trabajo. Los patrocinadores de este templo querían mostrar al mundo el amor, el trabajo y el servicio vividos ante Dios, tal como los vivió la Sagrada Familia de Nazaret. AL CONTEMPLAR ADMIRADO ESTE RECINTO SANTO DE ASOMBROSA BELLEZA, CON TANTA HISTORIA DE FE, PIDO A DIOS QUE EN ESTA TIERRA CATALANA SE MULTIPLIQUEN Y CONSOLIDEN NUEVOS TESTIMONIOS DE SANTIDAD, QUE PRESENTEN AL MUNDO EL GRAN SERVICIO QUE LA IGLESIA PUEDE Y DEBE PRESTAR A LA HUMANIDAD: SER ICONO DE LA BELLEZA DIVINA, LLAMA ARDIENTE DE CARIDAD, CAUCE PARA QUE EL MUNDO CREA EN AQUEL QUE DIOS HA ENVIADO (cf. Jn 6,29). Deseo, finalmente, confiar a la amorosa protección de la Madre de Dios, María Santísima, Rosa de abril, Madre de la Merced, a todos los que estáis aquí, y a todos los que con palabras y obras, silencio u oración, han hecho posible ESTE MILAGRO ARQUITECTÓNICO.” Acabada la ceremonia, el Santo Padre Benedicto XVI salió a la Fachada del Nacimiento para rezar el ángelus ante la multitud y dijo: “Hoy, he tenido el enorme gozo de dedicar este templo a quien siendo Hijo del Altísimo, se anonadó haciéndose hombre y, al amparo de José y María, en el silencio del hogar de Nazaret, nos ha enseñado sin palabras, la dignidad y el valor primordial del matrimonio y la familia. Imbuido de la devoción a la Sagrada Familia de Nazaret, que difundió entre el pueblo catalán san José Manyanet, EL GENIO DE ANTONI GAUDÍ, INSPIRADO POR EL ARDOR DE SU FE CRISTIANA, LOGRÓ CONVERTIR ESTE TEMPLO EN UNA ALABANZA A DIOS HECHA EN PIEDRA. UNA ALABANZA A DIOS QUE, COMO EL NACIMIENTO DE CRISTO, TUVIERA COMO PROTAGONISTAS A LAS PERSONAS MÁS HUMILDES Y SENCILLAS. EN EFECTO, GAUDÍ, CON SU OBRA, PRETENDÍA LLEVAR EL EVANGELIO A TODO EL PUEBLO. POR ESO, CONCIBIÓ LOS TRES PÓRTICOS DEL EXTERIOR DEL TEMPLO COMO UNA CATEQUESIS SOBRE JESUCRISTO, COMO UN GRAN ROSARIO, QUE ES LA ORACIÓN DE LOS SENCILLOS, EN EL QUE SE PUEDEN CONTEMPLAR LOS MISTERIOS GOZOSOS, DOLOROSOS Y GLORIOSOS DE NUESTRO SEÑOR. PERO TAMBIÉN, Y EN COLABORACIÓN CON EL PÁRROCO GIL PARÉS, DISEÑÓ Y FINANCIÓ CON SUS PROPIOS AHORROS LA CREACIÓN DE UNA ESCUELA PARA LOS HIJOS DE LOS ALBAÑILES Y PARA LOS NIÑOS DE LAS FAMILIAS MÁS HUMILDES DEL BARRIO, ENTONCES UN SUBURBIO MARGINADO DE BARCELONA. HACÍA ASÍ REALIDAD LA CONVICCIÓN QUE EXPRESABA CON ESTAS PALABRAS: “LOS POBRES SIEMPRE HAN DE ENCONTRAR ACOGIDA EN EL TEMPLO, QUE ES LA CARIDAD CRISTIANA.” Durante el almuerzo en el Palacio Episcopal, Benedicto XVI confesó a los obispos comensales: “Ha sido un día inolvidable, que servirá para la evangelización”. Y dijo al Arzobispo de Barcelona, el cardenal Martínez Sistach: “Ha sido una celebración que nunca olvidaré”. Por la tarde, Benedico XVI visitó la Obra benéfico-social del Nen Déu, donde dijo: “Con la dedicación de la Basílica de la Sagrada Familia, se ha puesto de relieve esta mañana que el templo es signo del verdadero santuario de Dios entre los hombres”. Y al despedirse en el aeropuerto del Prat, añadió: “Muchísimas gracias. Desearía que estas breves palabras pudieran condensar los sentimientos de gratitud que albergo en mi interior al concluir mi visita a Barcelona. HE TENIDO LA INMENSA ALEGRÍA DE DEDICAR LA BASÍLICA DE LA SAGRADA FAMÍLIA, QUE GAUDÍ CONCIBIÓ COMO UNA ALABANZA EN PIEDRA A DIOS, y he visitado también una significativa institución eclesial de carácter benéfico-social. Son como dos símbolos en la Barcelona de hoy de la fecundidad de esa misma fe, que marcó también las entrañas de este pueblo y que, a través de la caridad y de la belleza del misterio de Dios, contribuye a crear una sociedad más digna del hombre. En efecto, la belleza, la santidad y el amor de Dios llevan al hombre a vivir en el mundo con esperanza.” Regresado a Roma, en la audiencia general del miércoles 10 de noviembre de 2010, Benedicto XVI recordó: "El domingo tuve una alegría realmente grande de presidir, en Barcelona, la dedicación de la iglesia de la Sagrada Família, que he declarado como Basílica Menor. Al contemplar la grandeza y la belleza de este edificio, que invita a elevar la vista y el alma al cielo, hacia Dios, recordé los grandes edificios religiosos, como las catedrales de la Edad Media, que han marcado profundamente la historia y la imagen de las principales ciudades de Europa. Esta espléndida obra -rica en simbolismo religioso, preciosa en el entrelazamiento de las formas, en el juego fascinante de luz y color- casi una inmensa escultura en piedra, EL FRUTO DE LA FE PROFUNDA, DE LA SENSIBILIDAD ESPIRITUAL Y DEL TALENTO ARTÍSTICO DE ANTONI GAUDÍ, nos refiere al verdadero santuario, el lugar de culto real, el Cielo, donde Cristo se elevó a comparecer ante Dios en favor nuestro (cf. Hb 9,24). EL GENIAL ARQUITECTO, EN ESTE MAGNÍFICO TEMPLO, HA REPRESENTADO ADMIRABLEMENTE EL MISTERIO DE LA IGLESIA, a la que los fieles se incorporan por el bautismo como piedras vivas para la construcción de un edificio espiritual (cf. 1 Pt 2,5). LA IGLESIA DE LA SAGRADA FAMILIA FUE CONCEBIDA Y DISEÑADA POR GAUDÍ COMO UNA GRAN CATEQUESIS SOBRE JESUCRISTO, COMO UN HIMNO DE ALABANZA AL CREADOR. EN ESTE EDIFICIO TAN IMPONENTE, PUSO SU GENIO AL SERVICIO DE LA BELLEZA. En efecto, la extraordinaria capacidad expresiva y simbólica de sus formas y sus motivos artísticos, así como las técnicas innovadoras de arquitectura y escultura, evocan la Fuente suprema de toda belleza. EL FAMOSO ARQUITECTO CONSIDERABA ESTE TRABAJO COMO UNA MISIÓN EN QUE SE INVOLUCRABA TODA SU PERSONA. DESDE EL MOMENTO EN QUE ACEPTÓ EL ENCARGO DE LA CONSTRUCCIÓN DE ESTA IGLESIA, SU VIDA ESTUVO MARCADA POR UN CAMBIO PROFUNDO. JUNTO CON UNA INTENSA PRÁCTICA DE LA ORACIÓN, EL AYUNO Y LA POBREZA, SINTIÓ LA NECESIDAD DE PREPARARSE ESPIRITUALMENTE PARA PODER EXPRESAR EN LA REALIDAD MATERIAL EL MISTERIO INSONDABLE DE DIOS. SE PUEDE DECIR QUE, AUNQUE GAUDÍ TRABAJÓ EN LA CONSTRUCCIÓN DEL TEMPLO, DIOS ESTABA CONSTRUYENDO EN ÉL EL EDIFICIO ESPIRITUAL (cf. Ef 2:22), FORTALECIENDOSE EN LA FE Y CRECIENDO EN LA INTIMIDAD CON CRISTO. INSPIRADO CONTINUAMENTE POR LA NATURALEZA, POR EL CREADOR, Y DEDICADO CON PASIÓN A CONOCER LA SAGRADA ESCRITURA Y LA LITURGIA, FUE CAPAZ DE REALIZAR EN EL CORAZÓN DE LA CIUDAD UN EDIFICIO DIGNO DE DIOS Y, POR TANTO, DIGNOS DEL HOMBRE."