El 20 de marzo de 1879, Gaudí reflexiona en su dietario sobre sus ambiciones profesionales: “Es preciso, para formarse clientela y un nombre, hacerse pagar en lo que valen los trabajos”. Y se decide a aplicar la tarifa alemana en vez de la estipulada para los arquitectos españoles por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Por otra parte, él, que era más bien tímido, se pregunta: “No sé hasta qué punto debe tratarse a la gente para hacerse pagar bien”. Por último, a la vista del mal ejemplo de un compañero que se ha vuelto perezoso y poco activo, se autoreceta “el contrapeso, método, método, método y método, descanso proporcionado a las fuerzas y al trabajo asiduo”. A finales de marzo de 1879, Gaudí planea presentar su proyecto escolar de fuente para la plaza de Catalunya a la comisión que está urbanizando dicho espacio y cuyo plan había firmado precisamente su profesor de proyectos, August Font. Gaudí piensa proponer la presentación con Fontserè o bien por medio del alcalde, Albert Faura i Aranyó, a quien conocía por haberle encargado el proyecto de candelabros. Y para encauzar el tema, piensa que la manera de hacerlo es formar la opinión pública, “escribiendo, tal vez, un artículo en algún periódico”. También en marzo de 1879, Gaudí hace en su cuaderno de notas un estudio sobre los aspectos económicos del mercado de viviendas en Barcelona, donde las familias modestas, debido a la especulación, no podían aspirar a comprar, ni siquiera a alquilar, un piso en el Eixample. Gaudí compara los costes con los de la casa de La Obrera Mataronense, cuyo proyecto había firmado el 29 de marzo de 1878 y cuyo coste, de propiedad o de alquiler (una casa aislada con jardín), era de 18,3 pesetas al mes, frente a las 87 que costaba el equivalente en el Eixample, para “una familia compuesta por los padres y tres hijos, que necesita cuatro dormitorios”. En Sants o Sant Martí, en los extremos del Eixample, ya fuera de Barcelona, el coste sería de 30 pesetas, una cantidad todavía inasequible para una familia obrera. Gaudí concluye: “La única manera de hacer construcción económica es abaratando la mano de obra en todos los ramos que en ella entran. El medio para abaratar la mano de obra es la introducción, en todo lo posible, de la elaboración mecánica”, es decir, la introducción masiva de las máquinas. El 15 de abril de 1879 una nueva muerte sacudió a la familia: Úrsula Cornet i Bertran, la tía soltera que les había acogido en Barcelona. Poco después, el 29 de abril de 1879, Gaudí ingresó en la Associació Catalanista d’Excursions Científicas y se convirtió en unos de los miembros más activos. Era una manera práctica y comprometida de contribuir altruistamente con sus talentos al renacimiento de la patria. Por aquel entonces, era ya también uno de los tertulianos habituales del famoso Café Pelayo. Allí conoció a uno de sus mejores amigos íntimos para toda la vida: el doctor Pere Santaló, que le fue presentado por el común amigo Camil Oliveras. Eusebi Güell le trajo dos clientes, para quienes Gaudí trabajó durante 1879. Diseñó unos muebles para su suegro, el marqués de Comillas, que se no se construirían hasta unos años después, cuando se acabaron las obras de su palacio de verano. E hizo la farmacia Gibert, en el n. 2 del Paseo de Gràcia, para Joan Gibert, procedente de Torredembarra, como los Güell. El 3 de septiembre, Gaudí participó en las fiestas del 250 aniversario del Rector de Vallfogona, organizado por la Catalanista. Su contribución fue dibujar unos carros alegóricos de la vendimia, la siega, etc., que debían conformar una cabalgata alegórica, un tipo de fiesta heredada del Barroco. Finalmente, esta procesión laica no tuvo lugar, por falta de presupuesto. El 24 de septiembre, fiesta de la Virgen de la Merced, patrona de Barcelona, se inauguraron los dos primeros candelabros, que el Ayuntamiento había colocado en la plaza Reial. El periódico conservador “Diario de Barcelona” comentó: “Se advierte el fácil lápiz y el talento del señor Gaudí”. La revista popular anticlerical “L’Esquella de la Torratxa” le dedicó la portada. Se asentaba un fenómeno que había comenzado con la vitrina Comella y que se daría en todas las obras de Gaudí: una gran atención de la opinión pública y unas exaltadas discusiones populares. Al cabo de un mes, el 17 de octubre de 1879, murió la hermana del arquitecto, Rosa Gaudí i Cornet. Su viudo abandonó a la pequeña Rosa Egea i Gaudí, de tres años, que quedó a cargo de su abuelo Francesc y de su tío Anton. Es una época dura para el calderero de Riudoms emigrado a Barcelona. Muerta su madre, la Calderera, había heredado unas pequeñas propiedades hipotecadas, con las que tenía que hacer frente a las legítimas de sus hermanos. Poco después, murió su hijo mayor, justo cuando había obtenido el título de Medicina y podía empezar a ganar dinero y así devolver los fuertes préstamos que había solicitado. Unos meses después, moría su esposa Antònia, y su soporte en Barcelona, la hermana de ésta, Úrsula. Finalmente, moría también su hija Rosa. Francesc Gaudí quedaba a sus 66 años cargado de deudas, con una nieta de tres años oligofrénica y con un hijo con una fortísima vocación de artista, poco apto para ganar dinero y para desenvolverse en la vida diaria, de carácter tímido y perfeccionista en su trabajo, aunque, eso sí, muy laborioso. En estas circunstancias, padre e hijo hicieron piña y consiguieron una compenetración que no se truncará nunca. El soporte económico y emocional que Francesc proporcionó a su hijo Anton fue fundamental para darle estabilidad y librarle de las preocupaciones cotidianas y así pudiera dedicar todos sus esfuerzos a abrirse camino profesionalmente. Abuelo y tío confiaron la educación de la pequeña Rosa a las religiosas de Jesús-María de Tarragona, donde quedó interna. Precisamente en este colegio se estaba construyendo, desde mediados de 1878, una nueva capilla de estilo neogótico, copia de la del colegio madre de Rodez, que fue inaugurada por el vicario general de la Archidiócesis, mons. Joan Baptista Grau i Vallespinós, quien el 7 de diciembre de 1879 trasladó el Santísimo, celebrando después la misa. Gaudí y Grau, veinte años mayor que él y también natural de Reus, se hicieron grandes amigos. Mientras tanto, en julio habían comenzado las obras de la riera de Caldes, que durarían un año, hasta julio de 1880. Gaudí cobró la estimable cifra de 3.200 reales en concepto de honorarios. El 25 de noviembre de 1879, Gaudí formó parte de la comisión de la Catalanista que visitó la parroquia de Granollers, en curso de restauración. El arquitecto determinó algunos traslados de objetos e imágenes y dio varias indicaciones constructivas. El 11 de diciembre, fue elegido vocal de la Junta Directiva de dicha Associació Catalanista d’Excursions Científicas.