Agustí Mas i Folch nació el 6 de diciembre de 1866 en Barcelona, calle de los Mahonadors, n. 9, 1º. Era hijo de Josep Mas, natural de Ponts (La Noguera) y de Antònia Folch, natural de Guissona (La Segarra). Recibió el bautismo en la Catedral el 9 de diciembre. Fue monaguillo del Oratorio de San Felipe Neri de Barcelona y allí sintió la vocación sacerdotal. Estudió en el Seminario de Barcelona, con la vista puesta en el Oratorio. Recibió el subdiaconado en las témporas de Santísima Trinidad de 1888, el diaconado en mayo de 1889 y el presbiterado en las témporas de Pentecostés de 1890, a los 23 años; y pasó a vivir en el Oratorio. Los oratorianos, conocidos como “felipons”, centraban su actividad sacerdotal en el confesionario y en la dirección espiritual de almas. Pocos años después, hacia 1894, Antoni Gaudí empezó a acudir al Oratorio y se integró en el “Oratorio Parvo”, destinado a los seglares y cuyo consiliario era el Dr. Torras i Bages. Antoni Gaudí era amigo de otro sacerdote del oratorio, el P. Lluís Maria de Valls i Riera, a quien tomó como director espiritual. Gaudí fue encarnando las prácticas más características de la espiritualidad de san Felipe Neri: el redescubrimiento de la confesión como un sacramento cotidiano, la oración asidua, la eucaristía diaria, el contacto también diario con la Biblia, el ejercicio de la caridad con los hermanos y la devoción a la Virgen. Y, ¡cómo no!, entendió las dos grandes intuiciones de san Felipe Neri, de valor permanente, si bien forjadas en el momento histórico de la Contrarreforma. La primera: que todo aquello que tiene valor artístico lleva a Dios, que la Belleza lleva al Bien; y ésta fue una de sus finalidades al fundar el Oratorio: poner de nuevo el Arte, comenzando por la Música, al servicio de la Iglesia católica. La segunda: el retorno a la primitiva Iglesia y al amor mutuo de los primeros cristianos, que era el vínculo entre ellos y el ejemplo permanente para todas las generaciones. Tanto el P. Lluís Maria Valls como el entonces joven P. Agustí Mas eran grandes liturgistas. Junto con otro seglar del Oratorio y amigo de Gaudí, Lluís Millet, fundador del Orfeó Català, abanderaron en Catalunya la renovación del canto litúrgico que se estaba produciendo en toda la Iglesia católica, en tres direcciones: promoción de una polifonía cada vez más de acuerdo con la dignidad de las celebraciones, restauración del canto gregoriano y canto popular en lengua vernácula. El P. Mas era el gregorianista. Aquel año 1894 tradujo del francés la obra divulgativa de M. C. Chartaud “Chant Grégorien, Grammaire élémentaire”. También viajó a Solesmes, el gran monasterio benedictino que era el centro mundial de restauración del canto gregoriano y en general de toda la liturgia romana, al frente del cual estaba el abad dom Guéranger. Tres años después, en 1897, el Orfeó Català actuó en los oficios de la Semana Santa del Oratorio. Y entonces Lluís Millet constituyó permanentemente con algunos de sus cantores la “Capella de Música de Sant Felip Neri”, que interpretaba el canto litúrgico en la triple dimensión de la polifonía clásica –que se confunde con la obra misma de san Felipe en la Roma del siglo XVI-, el canto gregoriano y el canto popular. El maestro comparaba éstos últimos respectivamente a María, solitaria y contemplativa, y a Marta, ocupada y a veces distraída, pero ambas amadas por Jesús. Desde el Oratorio de Barcelona, pues, se difundieron en toda Catalunya la obra de Palestrina –singularmente la “Misa del papa Marcello”-, la gregoriana “Misa de Angelis” y el canto popular en lengua catalana. El P. Mas fue nombrado por el Obispo de Barcelona, el cardenal Casañas, miembro de la Comisión de Música Sagrada de la diócesis. Y dirigió la edición en tipos gregorianos de los cantos de la Semana Santa, a pesar de las dificultades enormes que suponía la falta de tipos gregorianos y de tipógrafos especializados en Barcelona. Y así, la iglesia del Oratorio se distinguía por el decoro y la ferviente romanidad con que se vivía la Liturgia. No obstante, no se trataba de una espiritualidad, sino simplemente de una estética y una pedagogía del más genuino sentido oratoriano. El movimiento litúrgico de dom Guéranger llegaba al Oratorio desde fuera, desde los núcleos influenciados por el Dr. Torras i Bages, a los cuales pertenecía Antoni Gaudí, lector diario de los tomos desgastados y desencolados de dom Guéranger. Es decir, la aportación que hacía el Oratorio al movimiento litúrgico que arraigaba en Catalunya era exclusivamente a nivel práctico y divulgativo, siempre en tono menor, aunque muy bien afinado, en comparación con un Solesmes o un Montserrat o con la grandiosidad magnífica con que Gaudí describía los futuros cultos solemnes de la Basílica de la Sagrada Família. Precisamente en el presbiterio de la iglesia del Oratorio, Gaudí quedó inmortalizado en 1902. El pintor Joan Llimona quiso usar como modelo de san Felipe Neri “al más ilustre y más venerable barbudo que se podía encontrar en el Oratorio todos los días en la función vespertina”, en dos enormes cuadros. En el de la derecha, titulado “Deo gratias”, el santo explica la doctrina cristiana a una multitud de muchachos y jovenzuelos en Sant’Onofrio. En el de la izquierda, titulado “Alabat sia Déu”, el santo está celebrando misa, en el momento de la elevación, cuando se produce el milagro de la levitación y su rostro, las facciones de Gaudí, se transfigura. El 22 de noviembre de 1903 –cuando la “Capella de Música de Sant Felip Neri”, de cuya difusión del canto gregoriano era protagonista e impulsor el P. Mas, llevaba más de seis años funcionando-, el papa san Pío X restauró oficialmente el gregoriano como canto oficial de la Iglesia latina. Su Motu proprio fue recibido con gran alegría en el Oratorio de Barcelona, cuya iglesia fue la primera de Catalunya donde, siguiendo los deseos del Papa, se instauró la participación de los fieles, del pueblo, en el canto litúrgico. Gaudí ya preveía la participación del pueblo en el canto de las misas solemnes y se lo aprendió de memoria. Y el P. Mas hizo una segunda edición traducida del “Chant Grégorien, Grammaire élémentaire” de Chartaud. Ahora bien, Chartaud representaba una corriente de interpretación distinta de la adoptada por los benedictinos de Montserrat, liderados por dom Sunyol, que seguían lo que se hacía en Solesmes. Naturalmente, para un fiel normal era difícil percibir estas diferencias de escuela, pero el hecho es que el P. Mas fue superado ampliamente por los benedictinos de Montserrat, que asumieron el papel que les correspondía de restauradores del canto gregoriano en Catalunya e incluso en Europa. El P. Mas quedó marginado del proceso: no quería adoptar el sistema rítmico de Solesmes y al final fue el último gregorianista de Catalunya que no lo hizo. El P. Mas y Antoni Gaudí dialogaban de un modo controvertido sobre el canto gregoriano, del que el arquitecto era el alumno y el sacerdote el maestro. Probablemente, las discusiones serían fuertes, ya que los caracteres de ambos lo eran. El miércoles 17 de agosto de 1921, a las cinco y media de la mañana, falleció el P. Lluís Maria de Valls, director espiritual de Antoni Gaudí. Entonces, o quizá antes debido a la enfermedad, el P. Agustí Mas le sustituyó en esta función. Gaudí tenía 69 años y el P. Mas iba a cumplir los 55. El P. Mas, además de divulgador del canto gregoriano, era muy apreciado por su don de consejo, en la guía espiritual de almas. Y era un docto moralista y un correcto escritor. Era ejemplarmente austero y penitente, sin que nada destacase de la conducta ordinaria de un sacerdote oratoriano. Tenía las piernas llagadas, y a las preguntas de interés por su mal, solía responder con elegante indiferencia. Su vida oscilaba entre el confesionario –dedicado sobre todo a sacerdotes jóvenes y a seminaristas, para los que dotaba becas de estudio- y su inefable habitación, repleta de papeles, donde trabajaba en la censura de escritos y la corrección de textos litúrgicos. Era muy laborioso y el Obispado le encargaba gran cantidad de dictámenes para la censura eclesiástica. Por otra parte, sabía las rúbricas de memoria y de sus manos salían sin erratas los anuarios litúrgicos oficiales del Obispado, los impresos de calenda y cómputo, y la mayoría de los calendarios y santorales que se publicaban en Barcelona. La celda del padre Mas estaba en uno de los ángulos del deambulatorio del primer piso de la vetusta residencia del Oratorio de Barcelona. Desde la entrada, era como un pasillo estrechado por las estanterías de libros, y en el fondo una holgada mesa de estudio, junto a un balconcillo recayente sobre la calle de la Palla. Frente a la mesa, un reclinatorio, una estola violácea, una silla y la puerta de acceso al dormitorio. Sobre una columna, emergía la testa de san Agustín, el santo de su nombre. Sobre la mesa de trabajo, libros y papeles: volúmenes de Teología Moral, con muchas orejillas de papel registrando páginas de frecuente consulta; montones de galeradas de futuros libros, pasados por el Obispado para que los censurase, y papeles de toda clase, incluyendo los de música. El padre Mas era muy amante de su celda. Apenas salía: para celebrar la santa misa, para atender del confesionario, y poco más. En aquella época de madurez, había emprendido la compilación histórica del Oratorio de Barcelona, comenzando por su fundador dom Olegari de Montserrat, en 1694, después Obispo de Urgell, y el P. Francesc Bofill, que dotó la casa con magnificencia. Por su pluma pasaron las historias del P. Jacint Suyls, el P. Jaume Vallés, el P. Valentí Pla, II Prepósito de la casa, sucesor del P. Montserrat; el P. Josep Font, el P. Antoni Albertí, el P. Josep de Lapeyra, el P. Antoni Manent, el P. Francesc Fontseca, el P. Agustí Carús, III Prepósito, el mayor en santidad desde la fundación de la casa, con milagros públicos; el P. Francesc Figueras, el P. Josep Casassayes, el P. Pau Tarrassa, el P. Quirze Saurí, el P. Nicolau Saurí, el P. Francesc Elias, el P. Raimon Ferrer, el P. Francesc Amigó, etc. De los tres primeros prepósitos, había dimanado en la casa una tradición viva de austeridad, fruto del connubio de la austeridad catalana, elevada a pobreza por el Dante, y la austeridad de san Felipe Neri. Sí dejó publicados la “Vida del Beato Juan Juvenal Ancina”, “Ascética de San Felipe Neri”, “Escenas de la Vida de Nuestro Señor Jesucristo para la infancia”, “Escenas de la Pasión del Señor”, “Las Parábolas de Nuestro Señor Jesucristo dedicadas a la infancia” y la “Historia Sagrada, Antiguo y Nuevo testamentos”. Y tradujo los “Nuevos planes de sermones para las dominicas y fiestas del año”, de Howe; la “Vida de Santa Paula”, del dominico P. Genier, y el “Espíritu de San Felipe Neri”, del P. Louis Busserau. Jamás quiso percibir honorarios, que entregaba generosamente a los editores. El P. Mas fue elegido Prepósito del Oratorio de Barcelona en 1933. Ya hacía tiempo que veía acercarse la Revolución y auguraba de una manera concreta: “Incendiarán los templos, asesinarán a los sacerdotes; se acerca la hora tremenda, con su séquito de horrores indecibles”. Y solía terminar así: “Harán lo que querrán”. Al restaurarse el culto en Santa Maria de Poblet, el P. Mas hizo confeccionar una casulla blanca con destino a la iglesia mayor de aquel monasterio, donde habían tenido gran veneración las reliquias de san Felipe Neri. La misa de reconciliación fue concelebrada el 20 de octubre de 1935 por el cardenal Vidal i Barraquer y dom Francesc de Font-Froide, abad de Cuixà. Iniciada la persecución religiosa a finales de julio de 1936, el Dr. Irurita, Obispo de Barcelona, el 29 de noviembre de 1936 nombró vicarios generales para la anormal situación a tres oratorianos: el P. Mas, el P. Artigues y el P. Torrent. Pero el P. Mas ya era mayor y no llegó a ejercer esta función, que recayó en el P. Torrent. El P. Mas, a sus 70 años, se refugió en el piso de la señora Teresa Salarich, en la calle dels Arcs, n.º 8, con dos sacerdotes más, Mn. Eudald Canturri i Baró y un tercero, que abandonó aquel escondite en diciembre. El 15 de febrero de 1937 fueron descubiertos por una patrulla anarquista, que detuvo a la señora y a los dos sacerdotes y los internaron en la prisión anarquista de Sant Elies (actual parroquia de Santa Agnès). Al cabo de un mes, la noche del 15 al 16 de marzo de 1937, el P. Mas, Mn. Eudald Canturri, Mn. Fidel Doce i Vázquez y Mn. Ramon Bordes i Mallol fueron sacados de la prisión y conducidos a Montcada, donde los cuatro sacerdotes fueron asesinados. El cadáver del P. Mas ingresó en el cementerio de Montcada con la ficha 514. Fue identificado por el P. Torrent, quien compró un nicho y le dio sepultura. Transcurridos cincuenta años, sus restos pasaron al osario.